Quienes somos

¿Qué es ANFE en Barcelona?

Fue erigida como persona moral por Decreto episcopal del 15 de enero de 1951. Es la Sección local, circunscrita a la ciudad de Barcelona, de las organizaciones nacional y diocesana de la Adoración Nocturna Femenina. Se rige por los Estatutos de la Adoración Nocturna Femenina de España y por el Reglamento propio.

El fin de la Asociación es: adorar y velar ante Jesucristo Sacramentado, durante la noche, unida al culto de toda la Iglesia. Y, además, de acuerdo con su espíritu contemplativo y expiatorio, tiene por misión promover otras formas de devoción y culto a la Sagrada Eucaristía en perfecta obediencia a la jerarquía eclesiástica.

Se halla erigida en el oratorio público –iglesia del Santísimo Sacramento– situado en la calle Aragón, 268, de Barcelona, en el centro mismo de la ciudad.

¿Quiénes somos las que pertenecemos a ella?

Un grupo de cristianas seglares que sentimos la necesidad del silencio y de la oración en las horas de la noche, en respuesta a la llamada de Jesús: ¡Velad conmigo!

Puede ser adoradora toda persona mayor de edad que, conociendo suficientemente la espiritualidad de la Asociación y el compro-miso formal en que esta espiritualidad se concreta, quiera vivirla.

Toda adoradora activa se compromete a participar personalmente en una vigilia ordinaria mensual.

Pertenecer a ANFE es compatible con la pertenencia a otras asociaciones. Y no sólo compatible, sino energía vitalizadora de estas otras asociaciones y obras de la Iglesia; la experiencia demuestra que lo es la adoración eucarística. La asociada a ANFE ha de sentirse vinculada a este grupo, con sus características propias, y convocada a los actos –asambleas, celebraciones extra-ordinarias, etc.– que se celebren. ANFE necesita el empeño entusiasta y la colaboración y comunión entre las adoradoras para realizar la misión que le ha sido encomendada: ser siempre la «porción viva y perseverante de la Iglesia que ora» en las horas de la noche.

¿Qué hacemos?

ADORAMOS VELANDO ANTE JESÚS,

VIVO Y PRESENTE EN LA EUCARISTÍA,

UNIDAS AL SACRIFICIO REDENTOR DE CRISTO,

TURNÁNDONOS EN LA NOCHE,

EN NOMBRE DE LA IGLESIA

Y REPRESENTANDO A TODA LA HUMANIDAD.

¿Cómo lo hacemos?

Nos encontramos una noche al mes. Adoramos y oramos en las horas nocturnas el Santísimo Sacramento que brota del Sacrificio redentor de Cristo, se nos da en comunión y se hace presencia viva entre los hombres. «Tan decisivo es este sacrificio para la salvación del género humano –recuerda san Juan Pablo II– que Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participar de él, como si hubiéramos estado presentes» (EE, 11).

Sin título

«María, como Madre de la Iglesia, está presente en todas nuestras celebracio-nes eucarísticas» (EE, 57).

María urge nuestra respon-sabilidad misionera «de incorporarnos efectivamente a la función salvadora de la Iglesia, encargada de aplicar la Redención de Cristo a todos los hombres» (san Juan Pablo II, a los adoradores noc-turnos, 31-10-1983)

Prolongamos la adoración y oración ante la Presencia real y viva de Jesús en el Santísimo Sacramento, durante toda la noche.

Distribuimos las horas entre todas las asistentes, por turnos, de manera que entre todas cubramos la noche sin interrupción.

Comenzamos cada turno de vela con el rezo de la Liturgia de las Horas, oración oficial de la Iglesia, que referimos al Pueblo de  Dios del que formamos parte y que en la noche sustituimos en la función adoradora del Señor. Con un largo rato de oración personal en silencio intentamos despertar en nosotras el fermento de contemplación que todos llevamos en nuestro interior pero que podría permanecer adormecido por el ruido exterior. Solidarias con la reparación del pecado de los hombres, elevamos al Señor unas preces expiatorias.

Al acabar los turnos nocturnos, por la mañana, nos juntamos para alabar al Señor al amanecer del día, con el rezo de Laudes.

Velamos a Jesús, esposo de la Iglesia, y con Él, en Él y por Él,  nos comprometemos en la salvación del mundo. Éste es también el significado del pequeño sacrificio –bien compensado– que supone vencer el sueño, soportar el cansancio y desinstalarnos de la comodidad del hogar. Todo ello impulsado por el amor de Cristo que da valor a esta noche pasada en su compañía.

En el mismo edificio de la iglesia de la calle Aragón hay celdas para  descansar mientras velan las adoradoras de los otros turnos.

Qué ofrecemos

El tesoro que nos  ha sido confiado es valioso (2 Tm 1, 14). Pedimos a María que nos ayude a guardarlo con la fuerza del Espíritu Santo que habita en nosotros, a vivirlo plenamente y a transmitirlo.

Os ofrecemos la posibilidad de velar ante y con Jesús Eucaristía, una noche al mes, de forma comunitaria, en nombre de la Iglesia y representando a todos los hombres y mujeres, nuestros hermanos.

San Juan Pablo II nos apremia: «La Iglesia y el mundo tienen gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en su Sacramento del Amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación… No cese nunca nuestra adoración… Deseo recordar que el culto eucarístico constituye el alma de toda la vida cristiana». Ser, con el Espíritu de Cristo,  alma del mundo, ¡menuda vocación!

Es Jesús quien llama: ¡Velad!… ¡Velad conmigo! Y, como decía Hermann Cohen –promotor de la adoración nocturna entre los seglares, fundador de la asociación de Adoración Nocturna–, hoy y aquí, Cristo es la Eucaristía. ¡Todo está preparado para la gran noche del mes! ¡Venid y veréis! 

Carpeta de iniciación.