Benedicta tu in muliéribus et benedictus fructus ventris tui Iesu!
¡Gracias, Señora, de todo corazón!
¡Gracias, queridísima Señora de Fátima! ¡Gracias, Virgen caminante, que has querido visitarnos! Te necesitábamos y has venido a darnos ese aliento de madre imprescindible. ¡Gracias, Corazón siempre en vela! Porque has querido velar con nosotras en esta felicísima noche del primer viernes de noviembre. ¡Gracias, Señora del Rosario en las manos! Contigo hemos desgranado los misterios del Gozo y la Luz, del Dolor y la Gloria, la lección entera de la vida en Cristo. ¡Gracias, Señora del Corazón al descubierto! Ayúdanos a descubrir en él tu interioridad de Madre de Dios y Madre de la humanidad redimida. ¡Inúndanos de tu vitalidad de Llena de Gracia!
Hasta la tarde del primer sábado –tu día reparador– en que te acompañamos en gozosa romería, montaña arriba… ¡Virgen santa, adiós!… Prendida en tu cinta, queda la insignia de ANFE, testigo de nuestros quereres: Queremos atender el mensaje de tu corazón maternal, y enrolarnos en ese movimiento universal de oración y penitencia para obtener la conversión de la humanidad entera a Dios y el don de la paz. ¡Virgen purísima, toma nuestros corazones! Haznos levadura del Reino de Dios (cfr. Mt 13,33) en la masa pastada con tus manos amorosas, para fermentarla en santidad. Queremos ¡abrir ventanales para que la luz de Cristo inunde la Tierra! Queremos –te lo prometemos– cumplir fielmente nuestra misión en la Iglesia: ¡adoradoras de noche, testigos de día! ¡Ayúdanos!
Y, una vez más, ¡gracias, queridísima Virgen de Fátima! ¡De todo corazón!